¡Marruecos, tan cerca y tan lejos!
Este es un viaje de reencuentro con amigos y lugares. Marruecos es un país que siento muy mío porque aquí viví y trabajé unos años, cuando acabé la universidad y decidí emprender el itinerario de incertidumbres y sorpresas que está resultando ser mi vida. Aquí experimenté aventuras increíbles y conocí a personajes extraordinarios. Pero esas son otras historias que compartiré con vosotros en otra ocasión.
Esta visita a “mi Marruecos” es además una buena ocasión para cambiar de tercio. Me refiero a mis últimos post en torno al Ébola. El viaje es siempre un remedio eficaz para aplacar las tristezas del alma, en este caso las que a tantos nos provoca esta crisis y sus, aún por venir, devastadoras consecuencias.
Mundo rural bebeber
¡Marruecos, tan cerca y tan lejos!
Ah, que le Maroc est beau! Sí vecinos del “Norte”, éste es un muy bello país. Con sus luces y sus sombras, como todos. Pero éste es un post que, desde el corazón y el cariño, quiere contaros de la generosidad de sus gentes y de sus hermosísimos paisajes. Y para que lo recordéis los muchos que ya lo conocéis o despertaros las ganas de venir a los que aún no habéis traspasado el estrecho, os avanzo unas pinceladas que quieren plasmar tonalidades diferentes de aquellas con las que siempre nos pintan al Reino Alaouita.
Para provocar el apetito y deleitaros el paladar comienzo por mi primera etapa, la más orgánica y saludable porque es pura naturaleza. Hablo del Valle de Bougumez en el Alto Atlas marroquí
El viaje
No voy a aburriros con una, más o menos, detallada y manida descripción de los pueblos, puertos de montaña y aldeas por donde que pasamos. Tan solo un par de apuntes on the road, un camino que parte de Marrakech, desde donde tomamos la carretera de Fez para llegar hasta Dmenat. Desde esta encrucijada optamos por tomar la pista de Ait Bouli, que se abrió se abrió hace apenas dos años.
Poca gente la conoce y práctica por lo que es una bendición y un relax adentrarse por ella, sabiendo que no te vas a cruzar con casi nadie. Son los privilegios de Marruecos
Ait Bilal es la última aldea antes de tomar la pista hacia el valle. Su mezquita es también una madrassa o escuela coránica a la que acuden niños de la región. La enseñanza del Corán que aquí se les da se escora hacia la línea dura islámica, siguiendo los preceptos del Wahabismo saudí
Arabia Saudí aportó ayudas económicas al Marruecos pobre de Hassan II, aprovechando, como es su modus operandi habitual, para colonizar culturalmente al Islam sunita, cercano al sufismo, la vertiente espiritual del Islam, que era la que de una forma relajada y muy sui generis siempre se había practicado en este país. No hay que olvidar que, al igual que nosotros un siglo más tarde, los bereberes, los -habitantes de estas tierras de Berbería- fueron conquistados por los árabes en el siglo VII.
El Valle de Bougumez
Ya llegamos. La ruta nos ha tomado entre parar a comer un delicioso tajine en el restaurantito de la gasolinera en Dmenat y un par de costar paradas para estirar las piernas, cinco horas y media. Estamos a 1.800 metros de altitud, en Bougumez, un angosto valle de unos 25 kilómetros de longitud festoneado por un buen puñado de aldeas en pleno corazón del Alto Atlas Central. Ya asoman los primeros burros y fellah o campesinos
En tierra de «los hombres libres»
Aquí viven unos 15.000 Imasighen o bereberes, una denominación que significa “hombres libres” que comparten esta fértil tierra pacíficamente. No siempre fue así pues hasta la implantación del Protectorado Francés (1912-1956) que configuro el estado de Marruecos, estos nómadas vivían desperdigados por las montañas y los conflictos y luchas tribales -supongo que como siempre por aquello de esta cabra es mía, este pozo también- eran habituales de una dura existencia marcada por la dureza de su clima.
Los Ait Bougumez (los de Bougumez) comparten estas fértiles tierras de valles y montañas y algunos siguen practicando el nomadismo, trasladando sus rebaños hasta las planicies de las cimas y regresando en invierno a las tierras más bajas
Bougoumez, aka «El Valle Feliz»
Estamos aproximándonos a la casa. Qué ganas tengo de verla; la última vez que estuve aquí fue hace cinco años cuando apenas se habían levantado su estructura. Mi amiga Cristina me ha ido enviando fotos, a medida que avanzaba lenta y persistentemente su edificación. No es fácil porque en cuanto asoma el duro invierno se paralizan las construcciones ya que los materiales no cuajan con el frio. De hecho, hasta hace poco estas montañas quedaban aislados por la nieve varios meses al año. Cosa que aún sucede de vez en cuando.
“Esto es el paraíso. Aquí te olvidas hasta de la cuenta bancaria” recuerdo que me dijo Cristina una vez por teléfono durante una de sus estancias. Se me quedó “grabaíto”. Me moría de ganas de venir
Y héla aquí, la joyita de la corona, bella como una doncella del valle en su recatada sencillez y pureza. Nuestro hogar estos espléndidos días
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¡Salam!
¡Cómo no creer en la divinidad de la creación si son estas beldades las que me alegran cada amanecer – Salam, que significa paz y es el saludo del mundo musulmán en general adquiere aquí toda significación. Nada más levantarme dirijo mi mirada hacia Sidi Moussa, el morabito y también granero del valle que se eleva sobre una colina cónica justo enfrente de la casa…. y creo en Dios!
¡Qué belleza todopoderosa! Aquí el aire es tan limpio, el cielo tan azul y su silencio tan acogedor, pincelado que se comprende por qué los franceses llamaron a Bougumez el Valle Feliz !
Mis amigos de toda la vida, Cristina y Ander, como os decía llevan un buen tiempito construyendo este precioso hotelito rural que, Inch´Alah, pronto abrirá sus puertas a los viajeros exquisitos que quieran conocer la zona alojándose en un espacio perfecto para ello. Os aseguro que va a ser el lugar con más encanto, sentido y sensibilidad en varios kilómetros a la redonda. ¿Por qué? Porque el mimo e inmenso respeto por el entorno y las gentes en la que se enraíza ha sido la guía en la gestación y proceso de construcción de este proyecto. Por no contaros del excelente y armonioso gusto que Cristina ha tenido siempre para armonizar y hacer acogedores todos los espacios a los que aplica su “manita mágica”.
“Puro bereber”, la arquitectura de la casa se inspira en el estilo del valle, los anchos muros son de adobe: una simple y consistente mezcla de barro, paja, para bien guarnecerse de las inclemencias del invierno y también el sol de su verano la época de máximo esplendor del valle. Sus trazos son sencillos y limpios, hermosos
De manzanas y nueces
En la actualidad, en Bougumez los centenarios nogales, que magnifican con sus enraizados troncos y copas protectoras estos parajes, comparten suelo con los terrenales manzanos, top trendy del valle. La producción de manzanas es tan prolífica y la reputación de su calidad aumentando en alza que todos los agricultores se han lanzado a suproducción, que luego distribuyen sobre todo en la región de Marrakech. Hay detalles, como las puertas de metal que cierran tiendas y casas que denotan la mejoría económica del valle
Son riquísimas. Estos días la recolección toca a fin y a los pies de los manzanos se amontonan los frutos estropeados o medio comidos por los pájaros y otros animalillos. Cómo no van a trinar con tanto atino!
La recogida de las nueces ha sido en octubre. Hemos llegado a probarlas pues la mayoría se venden por todo el país. Los magníficos nogales centenarios: los hay que han alcanzado la muy noble edad de 300 y 400 años, siguen alumbrando los caminos
El río de la vida
El valle, tiene forma de “Y” griega, y en éste confluyen otrps dos ríos que provienen de ambos lados de las montañas. Sus denominaciones van cambiando según los valles y tramos de recorrido en el que afloran manantiales. Hay que cruzar con el coche este río -unos metros más acá de donde las mujeres lavan y tienden cada día sus coladas- para acercarnos a la casa.
El manantial
Uno de los manantiales pasa junto a la casa y transcurre calmo por los campos frente a la casa. Su agua es tal como la veis en la foto, tan fresca, transparente y viva que, aun cuando mis ojos la tienen al alcance y escucho su imperceptible música al deslizarse hacia el rio, parece irreal.
Omar, que es este amable señor, llena de estas límpidas aguas sus cubos para regar el pequeño huerto de manzanos que tiene a pocos pasos del riachuelo. Hace incontables viajes arrecho, contento. Acepta encantado una foto, y otra y otra. Posa sin esfuerzo, natural. Y me da las gracias cada vez que disparo la cámara.
Me ha preguntado cómo me llamo,“Mercedes, como los automóviles de los taxis”, le he explicado. Sería casi imposible que se le quedara mi nombre si no le hago la asociación de marras. La mayoría se parten de risa. Normal porque… manda narices llamarse como un coche!
Hablando de Mercedes… Ni se saben los años que llevaran estos carros sobre ruedas siendo “un clásico” del transporte público marroquí, aunque hay taxis aún más destartalados que los Benz, como éste. Esta familia, burro cargado con equipaje al frente, se ha trasladado hasta la carretera para acompañar a la madre a coger un taxi. Una vez cumplida la misión, niños al burro y vuelta para casa.
Pero en este valle los vehículos por excelencia y además “eco, bio y orgánicos”al cien por cien son burros y asnos
Qué maravilla ver y encontrarte todo el tiempo a estos nobles animales que dignifican la tierra y contribuyen tanto en el desarrollo de la pequeña agricultura de la que viven los campesinos de este valle, y qué pena que en España los hayamos borrado de la faz de nuestros paisajes.
El burro Nemo
Parece que Nemo ha captado que estoy escribiendo sobre ellos porque acaba de lanzar uno de sus inefables alaridos. Le llamo así porque aquí no es costumbre ponerles nombres o apodos.
Así que os presento a Nemo, que es el burro sin nombre negro que aparece en la foto y resulta ser muy peleón. Es prácticamente el único, de hasta la decena de compadres con los que comparte espacio, que relincha intermitente y machaconamente. Algo querrá decirles pero, la verdad, no le entiendo. A mí me chafa las siestas porque justo en ese momento en que voy a caer…!Zakále¡, un rebuzno me vuelve al mundo de los despiertos. Y en mi duermevela le digo… Nemo! Nemo! Arrêtes toi de una puñetera vez!!!!
El cine en casa
Estos hermanos se lo están pasado pipa viendo esta película que se proyecta en tiempo real
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La historia va de que esta vecina hoy no lo tiene nada fácil para montar a su cuadrúpedo. De hecho le ha faltado un pelo darse de bruces con el suelo. Pero conseguida su misión, contenta y orgullosa de su éxito se deja fotografiar regalándonos la mayor de sus sonrisas. Chukran Lalla!
The End!
El Mercado
Los domingos es el día del mercado. En Souk El Had (mercado del domingo), el punto de encuentro social y comercial
Esta furgoneta es un banco móvil especial para agricultores (Fellahs) que se traslada a los mercados dela región para “in situ” ofrecer sus servicios. Younuss, su emisario, me ha explicado que conceden pequeños y mayores préstamos, para la mejora de cultivos o proyectos de más enjundia, a un “interés de microcrédito” del 8,5 %. Sin embargo estas gentes no son dadas a endeudarse con bancos; además el gobierno, consciente de la importancia de la agricultura, está dando ayudas a fondo perdido para instalar riegos por goteo e incentivar los cultivos autóctonos.
Este año la persistente sequía está castigando duramente la tierra. Los olivos del valle están abrasados por la falta de lluvia y así están todos los campos del país
Ascensión a Sidi Moussa
No puedo irme sin subir al morabito que ilumina mi paisaje cotidiano. Sidi Moussa corona esta colina cónica que asemeja una pirámide y es un ighrem, el granero colectivo donde las familias del valle, tal como se ha venido haciendo desde hace siglos, guardan bajo llave excedentes de las cosechas en previsión de hambrunas o maldades.
He preguntado a una joven madre acompañada de dos de sus hijos que se paseaban por el medio de la carretera -práctica habitual en l zona- por dónde subir hasta el marabú. Me ha ofrecido a una guía excepcional: su hija mayor Kanza quien sin pensárselo dos veces y encantada ha accedido a acompañarme en este peregrinaje hasta la tumba del santo.
Kanza, además de guapísima es una gacela que apenas toca el suelo de este pedregoso camino por el que baila más que camina. Yo la sigo a ojos ciegas.. bueno no tanto, porque el paisaje es para abrirlos a tope.
Se ha prestado encantada a ser mi modelo y posa con una naturalidad envidiable. En seguida se ha mostrado atraída por mi Canon G1X y nos hemos intercambiado posiciones delante y detrás de la cámara. Esta niña apunta lejos
El guarda pillín
Cuando hemos llegado, la puerta del granero estaba cerrada a cal y canto. Kanza se ha empeñado y no ha parado de llamar hasta que por fin este anciano nos ha abierto. Estaba aposentado en un altillo, al parecer haciendo la oración, pero yo he creído que era un ermitaño ciego –pues por la mucha oscuridad, parecía no ver- apalancado en el morabito.
Me ha tendido el brazo, mientras nos preguntaba si yo era una extranjera. Cuando dándole mi mano le he dicho que sí, me la ha apresado con una fuerza inusitada y me ha agarrado del pelo tirándome hacia sí, hasta plantarme un beso en la frente… porque he sido más rápida que él y he bajado la cabeza a tiempo. ¡Vaya, Vaya con el guardián de la tumba del santo!
La despedida
De pronto llama el frio a las puertas del valle. Mientras en Marrakech siguen alcanzando la treintena de grados, aquí durante el día la temperatura ha caído a 12º. Aun así seguimos comiendo en el jardín al aire libre. Sin embargo este repentino y esperado giro climático nos recuerda que va siendo el momento de la retirada.
¡Hasta pronto!
Llega el momento de la despedida, de cargar las manzanas y nueces, que nos llevamos al caluroso Marrakech, y nuestras cosas a lomo de Nemo para llevarlas hasta el coche, aparcado bajo uno nogal al otro lado del río. Nadie está triste porque estamos en el Valle Feliz y una vez que lo conocemos y disfrutamos sabemos que inevitablemente tenemos que volver. ¡Hasta pronto!